Muy buenas bienmesabes, ¿Que tal?
¿Andáis bien, preciosos míos? Espero que me perdonéis por no haber publicado el domingo pasado. Estaba fuera, de viaje, de relax, no tenia tiempo, ganas ni material en condiciones para publicar algo decente. Para escribir un ñordo siempre hay tiempo y los guionistas de telecinco tienen cátedra en eso pero heme aquí, con un arroz con conejo en las tripas y una sonrisa en el rostro. ¡Vamos allá!
La obra que os traigo hoy es del cineasta, loco, genio, Quentin Tarantino. "Malditos bastardos" o "InglESVASTICAurious basterds" como bien podéis ver arriba siendo este el titulo original.
La película
comienza en una granja lechera de un pueblo de Francia durante la ocupación
Alemana donde las vacas comen cenas de picoteo.
Allí, una
mañana reciben la visita de un carismático
y trilingüe general de las SS( no es de la Seguridad social, que os veo venir) que después de pedirle un vasito de leche que todavía
sabía a ubre y fumar una pipa que tenia mas puente que el Dragon Khan, le
agujerea al granjero el parqué de la casa a metrallazos porque debajo de él estaban
jugando una familia judía sin licencia.
Después
de estirar el brazo y hacerle la veleta a una niña que salía corriendo a donde los
del juego habían estipulado que era casa para gritar aquello de “Por mí y todos
mis compañeros”, ese simpático, como genocida, caballero decide perdonarle la
vida. Eso y porque la niña ya iba por Melilla corriendo.
Pasan
los años y vemos a unos señores en formación donde todos van peinados como Blas
Infante y escuchan a quien parece ser el que parte los trozos de bizcocho en
los cumpleaños. Se hacen llamar los “Bastardos” quizás porque la madre o el
padre de todos ellos compartían el mismo hábito insalubre que se lleva fuera
del matrimonio.
En el grupo habían seres tan extraordinarios como un grandote moreno que sabia alemán
y entendía si los nazis que capturaban se cagaban en la leche que mamaron antes
de pegarle el sopapo final, otro que hablaba poco y afilaba su cuchillo
mientras escuchaba “moliendo café” en su cabeza, otro que era fan de José
Canseco antes de que naciera, uno chiquitito y regordete que iba con él, un
galgo desnutrido que pedía a grito un cañonazo de pavía con tomate y por último
el que lideraba a todos los anteriores.
Este
señor tenía un bigote a lo Errol Flynn y le gusta ir dibujando esvástica en la
frente de los becarios de la Gestapo con un cuchillo había que comer para poder
usarlo con una mano.
El
apache, sobrenombre que recibía en el mundillo, quiere que sus hombres les
traigan un centenar de cabelleras nazis para hacerse una mantita de pelitos
para el invierno porque en el norte los grajos son mineros.
La
siguiente escena es Hitler golpeando una mesa mientras repetía algo que me hace
pensar que era: “En absoluto, en absoluto, en absoluto, en absoluto” Todos sabemos que Hitler era muy suyo y tenía
la mecha muy corta pero en el fondo su película favorita era “El mago de Oz” y
se emocionaba cuando escuchaba a Judy Garland cantar.
Por los
visto los “Bastardos” le estaba dando matariles a los soldados nazis y estos se
estaban quedando sin fuerzas y las oposiciones estaban paralizadas en ese
momento.
Como
historia dependiente tenemos a la de la chica judía-francesa, corredora olímpica
y subcampeona junior de escondite que escapó en la escena inicial y que ahora
regenta un cine con Macario, un simpático senegalés que cambiaba los rollos de películas
sin manos.
Un día
conoce a un soldado alemán, héroe de guerra e intenta cortejarla. Ella se
resiste pero al final sucumbe a sus encantos. Si es que el que te lleven en
contra de tu voluntad a comer strudel y te obliguen, encima, a que tengas que
esperar la nata por cojones, produce un lindo síndrome de Estocolmo que hace
que parejas festejen algo el 14 de febrero:
-¿Cari, te acuerdas el día que nos conocimos?
-Sí, fui
esa mañana al banco a ingresar el dinero de la comunidad, entraste a punta de
pistola y no pudiste salir porque los nacionales estaba en la cafetería de
enfrente desayunando. Aiiins, que 5 horas de secuestro, madre…
En esa agradable merienda conoce a Goebbels, ministro de propaganda nazi el
cual le cabía una pedanía entre la nariz y la boca, y a su secretaria quien se
empotraba cuando los soldados ganaban en un amistoso a los judíos en el campo
de concentración.
Allí también
conoce al general Hans Landa, el cual asesinó a su familia en ese “Mortal Escondite”
y hablan sobre que prepare un día del cine solo para los altos mandos y sus
esposas donde proyectaran una película que el que la diapositivó si tendría que
estar en un campo de exterminio.
Es la oportunidad
de la chica de encerrar a todos esos hijos de puta con pestillo en el cine y
pretenderle fuego mientras grita “¡Orgullo de puma, orgullo de puma!”
La cuestión
es que los americanos también están llevando una misión secreta para asesinar
al Füther pero casi se va a la mierda porque un gilipollas pidió tres wisky muy
malamente. El alcohol, el elixir de Satanás.
Aun así,
a pesar de la cantidad de muertos que hubo en ese bar, como si chiquetete y Masiel
hubieran dado una fiesta de fin de año, la operación se pudo salvar como se
pudo y a partir de aquí la cosa es trufita sobre espejo de caramelo.
Quentin
Tarantino somete al pasado a un cambio radical, dándole un final que le hubiera
encantado que hubiese tenido un periodo tan oscuro de la historia como es la
Segunda guerra mundial.
Te
recomiendo la película, no solo porque es un despliegue de medios históricos, fotografía
muy bien cuidada y tomada, sangre muy bien salpicada (con criterio y no kétchup
del pryca), giros de cámaras rápidos pero que te da tiempo de enfocar las
pupilas en el objeto de la escena…sino por la actuación magistral de Christoph
Waltz el cual si te dice con ese acento austriaco: “Vente al lado nacional-socialista,
tenemos strudel y gatitos” yo ese año me pido para reyes el “judíos sacamuelas”
para hacer meritos. No en serio, decir no al Nazimo. A la larga sale caro.
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