Muy buenas, bienmesabes, ¿Qué tal?
Feliz domingo de lluvias torrenciales. Bueno,
bueno, bueno…Alguien se ha lucido al enfadar no solo a Zeus y a Eolo sino también
a Poseidón, porque están las playas más encabronadas que una novia cuando no le respondes
en un segundo a “¿Quien es esa?”
Que mejor plan para el día del señor que
quedarse en casa, servirse un paladín a la taza y ponerse los éxitos Neil
Diamond de fondo. Con un poco de lectura, por supuesto.
La sinopsis que os traigo hoy es de una película
italiana, aclamada por la crítica, ganadora de utres Óscars bien merecidos y de
titulo semejante a lo que decimos cuando el dueño de un bar cierra el local con
nosotros dentro: “La vida es bella”
La obra se divide en dos etapas porque es
bastante larga. Dos etapas que yo las llamo: Etapa Pre-Coito y etapa Pos-coito.
Vayamos por parte para poder comprender con
mayor facilidad el intríngulis de la historia.
Pre-coito
La película comienza con nuestro
protagonista, un señor judío, con el carisma e intelecto de Antonio Ozores, que
viste como Daniel Magan con un traje hecho con la tela de una hamaca del Leroy
Merlin y tiene nombre de aplicación de Android (Guido). Conoce a una chica partisana
en un pajal la cual precipitándose desde lo alto de este, aterriza sobre nuestro
joven caballero (Con las enaguas subidas, cerdinos) y lo que ha unido el veneno de avispa que no
lo separe la madre tocapelotas.
Se encuentran en varias ocasiones y como
decir “Buenos días” no es de influencer, la aborda con un sonoro “¡Buenos días,
princesa!” en mitad de la plaza mayor o llevándosela por delante con una bicicleta
robada. Poco a poco la llama del amor se
va encendiendo con el zippo del “¡Oh my god!”
El protagonista vive con su tío, un señor que
tiene más clase que las fechas de caducidad en los paquetes de clínex y tiene
un caballo que sufre de vandalismo cada dos por tres. Le pintan en el lomo del
animal mensajes tales como “Caballo judío” o “Viejo, no riegues las plantas por la
ventana que cae el agua y la ropa me apesta a geranios”.
Era más más bien un buzón de quejas que mamífero
de hipódromo.
El prota trabaja en el hotel de su tío como
metre y tiene una rivalidad absurda con un cliente, un médico alemán que le suelta
adivinanzas, sudándole la polla si esta en ese momento escanciando sidra o llevandole
zurrapa a una mesa que había pedido desayuno mediterráneo. Debido a que Guido
era un coco, le resolvía las adivinanzas con la facilidad con la que se rascaba
los huevos. En cambio el médico le podía tomar, tranquilamente, 19 días y 500
noches.
Surge finalmente el amor entre la novicia
absurda y el protagonista que va a la misma peluquería donde Juan Tamariz. Lo
que pasa es que ella está comprometida con un señor que es un poquito de
derechas (De esos que te levantan el bracito como si fuera la lanzadera del Dragon
Khan). Guido le echa un par de huevos, bueno, uno solo y de avestruz, y le roba
la novia a ese fascista montado en el caballo que lo habían dejado con el mismo
color que el logo del “Spotify”
Post-coito
Después de escaparse con su amada en lomo de
ese caballo carioca, hacen el amor en un invernadero y fruto de esa pasión con
aromas a vinagrillos nace su primer hijo.
La II guerra mundial estalla y los nazis le
piden a todos los ciudadanos judíos (Guido, su hijo y su tío entre otros) que
les acompañen, que van a hacer una excursión en tren antes de que Renfe fuera
inventado. ¿Cómo negarse?
Cuando llegan les esperan un resort de
gritos, vejaciones y órdenes en un perfecto alemán, actividades terapéuticas y
rehabilitalizante como transportar yunques
para los sketchs de “Tom y Jerry” y poco más.
Aquí la película toma un rumbo oscuro y se
demuestra hasta dónde puede llegar la imaginación de un padre para hacerle
creer a su hijo que el holocausto es parte de una especie de gran prix sádico pero
que la sangre es de mentira, es sirope.
La película es trufita sobre panacota. Las películas
europeas han eclipsado el panorama cinematográfico y cuando estrenan una nueva
hay que acudir inmediatamente a videarlas porque rara vez te encuentras con una
bazofia en super 8. No se le dan la
publicidad que se deberían y ya está bien de darle el protagonismo que no se
merece a una lluvia torrencial de tiburones.
Te recomiendo la película porque te va a dejar
con el ano haciendo chupona en el sillón y porque cuando no se tiene las respuestas a las preguntas que la vida nos hace, que mejor que preguntarle a la Virgen,¿no?
¡MARIA, LA LLAVE!
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