La película comienza con un talibán intentando vender al espectador todo tipo de productos yihadistas. Viendo que no sois de la causa de Alá, te cuenta una historia que tiene que ver con una lámpara, que no entiendo, por otro lado, porque cojones la llaman “lámparas” si de lo que mas tienen pinta son teteras. Pero bueno, serán un modelo IKEA de Arabia Saudí.
La
historia que te cuenta el Mohamed comienza con un señor que lleva un turbante
de marca en la cabeza, perilla y un bastón en forma de culebra. En su hombro
lleva un loro que hace las delicias del respetable, con las perlitas que suelta
por su boca cuando se encabrona, que es casi todo el rato.
La cuestión
es que el tío y el loro están buscando a una persona que sea güena gente para
que pueda entrar en una cueva repleta de tesoros y peseticas antiguas. Es menester
decir que la cueva tiene toda la cara de cuando Mufasa se iba pegando el “pellejaso”
por el barranco, en la película “El rey león”
En esto
que la historia nos presenta a Aladdin, un muchachito que va con un mico, dándoles
toda la coba a los guardias, los cuales quieren cortarle las manicas por
tenerla un pelín largas y haber dejado a todas las fruterías sin manzanas.
El
chaval tiene el apodo de “rata callejera” y puede deberse porque es un poco
cerdete y no coge una pastilla de jabón ni para cambiársela de mano o porque
gasta menos que Tarzán en chanclas. Lo dejan a libre interpretación.
Su
sueño es vivir en un palacio a cuerpo de rey; levantarse super tarde, echar una
meadita y volverse a acostar. Estamos hablando de vida lujosa, tres comidas
diarias con una barra de pan para él y otra para el mono y un balcón con vistas
a África. Pero para conseguir su sueño tenía que ahorrar y para ello, tendría que
ir pensado en ir comprando la hucha.
En la
otra punta del solar donde vive el prota, en un palacio, vive una princesa mora
hiper buena, que va vestida todo el rato como si hubiera salido de las clases
de danza del vientre y cuyo mejor amigo es un tigre de bengala, porque gatos
siameses no le quedaban en la tienda y en esa familia eran de felinos.
El
padre de la chiquilla quiere que se case de una puta vez, y deje la vida de casquivana
que me lleva, pero esta se dedica a darles calabazas a todos los pretendientes que
el padre le consigue por el Edarlin. La niña solo quiere salir y entrar y si algún
día le da por enamorarse lo hará con el chorbo que le haga tilín, no el que el
padre quiera. Ahí razón no le falta.
A esto
que el muchachito y la muchachita se conocen en el mercado y empiezan a tontear
y justo cuando parece que se van a comer el boquino, el protagonista es
detenido
En la cárcel,
conoce al tío del principio (el del loro) vestido de Barragán y este le propone
sacarle de ese antro de humedad y telarañas si entra en la cueva con cara de Mufasa
“despeñao”, para conseguirle una cosita que esta envenenao por tener.
El chaval
acepta y se introduce en la cueva y se hace amigo de un felpudo que planea que
da gusto, sin necesidad de que halla levante ni nada. Cuando está a punto de
hacerse con el recado encomendado, su mono cleptómano la lía parda en la cueva por
coger un rubí del tamaño de la cabeza de Manuel Garzón, el cual estaba de exposición
en una vitrina.
Total,
las alarmas saltan y tienen que salir por patas de la cueva porque se estaba
llenando de un liquito rojo no alcohólico. Lamentablemente no lo consiguen y
quedan sepultadas debajo las arenas.
Al
volver en sí, de la lámpara, la cual era el recado encomendado y que es la
misma que el mercader yihadista intenta venderte al comienzo de la película,
sale un señor azul con coleta hipster y perilla a lo portero de “Aquí no hay
quien viva”, el cual vivía en un piso de protección oficial afincado en el
interior de la lámpara.
Se
hacen buenos amigos y le saca de la cueva donde se encontraban atrapados. Ya lo
que viene es una serie de estrepitosas aventuras, propiciadas por las ganas de
mojar del prota con la princesita, con la mentira como pistoletazo de salida.
Como
siempre digo, os recomiendo la película sino
la ha habéis visto y, por ende, no habéis tenido infancia.
Enseña lecciones tales como jamas renunciar a tu sueño, no creer en el amor entre clases sociales distintas y que la posibilidad de recorrer el mundo en un tapete volante, en una sola noche, es posible.
En
serio, os la recomiendo activamente porque, a ver, mierdas no os voy a traer y
esta película es paté.
Para mí,
el loro es la clave de la película. En varias escenas hay un maltrato
alimenticio contra él, por parte del padre de la muchachita debido a la tozuda
insistencia del viejo en quererlo alimentar con galletas chiquilines rancias. La
rabia del loro va in crescendo y es para ver como acaba saliendo.